lunes, 30 de diciembre de 2013

Una gota de lluvia


Finales de diciembre, cielo gris encapotado y ese frío húmedo tan característico del Norte. Empieza a llover, y de repente, sientes como una gota de lluvia se estrella contra tu frente, como riéndose de ti por haber olvidado, una vez más, el paraguas en casa.

Inconscientemente, te llevas la mano a la frente para secarte, mientras esperas que nadie de alrededor se haya percatado de la mezcla de sorpresa e ingenuidad que ha aparecido en tu rostro.

Esa insignificante gota de lluvia, que podía haberse ido a estrellar contra las escasas hojas verdes que le plantan cara al invierno o contra alguna de las baldosas que revisten los suelos de Bilbao, o cualquier otra ciudad, casualmente, ha ido a toparse con tu frente, y ha hecho que hagas un alto en el camino para maldecir tu mala memoria por haber olvidado el paraguas y reírte un poco de ti misma. Además, aunque esperas que no, seguro que algún otro transeúnte ha sido testigo de la escena, y ha tenido que contener una sonrisa mientras abre el paraguas que, afortunadamente, no ha olvidado.

En definitiva, esa insignificante gota, que si hubiera caído en cualquier otro lugar carecería de importancia alguna, ha tenido un mínimo de repercusión en tu vida.

A veces, nos sentimos pequeños e insignificantes, como diminutas gotas de agua que casualmente, han caído en la inmensidad de un mar. Sin embargo, no hemos de olvidar que si en nuestra caída, encontramos el lugar y momento adecuados, podemos tener repercusión en la trayectoria de otras gotas, o estrellarnos contra la frente de alguno, para recordarle que no siempre hay que llevarla tan alta, o contra el cogote de algún otro, para ver si la levanta un poco más a menudo. Quizás este último había olvidado lo importante que puede llegar a ser una simple gota, como él. 

Tan sólo es preciso encontrar el momento, lugar, y quizás, persona, adecuados. 


sábado, 26 de octubre de 2013

-perdona, se te ha caído.. -qué va, no es mío.



     Primero indiferencia. Después, se le encoge el pecho hasta que le cuesta respirar, y se pregunta dónde habrá quedado esa indiferencia previa.
     Por más que la busca, hay algo que ha tomado su lugar, y que ocupa tanto espacio, que eclipsa todo lo demás. Proyecta una gran sombra, que crece sin poder hacer nada para impedirlo. Entonces, como si fueran de la mano, aparece la impotencia, que viene con una sonrisa de oreja oreja, como recordándole eso de 'y tú que creías que lo controlabas todo...'  Y ya no puede soportarlo, intenta huir, aunque sabe que es imposible escapar de algo que llevas dentro. 
     Así que sigue buscando la indiferencia, a ver si la encuentra en algún lugar. A lo mejor se le cayó por el camino, porque lleva los bolsillos tan cargados de todo lo que no le gusta mostrar, que apenas tiene espacio para un poquito de indiferencia. 
     Se le ha ocurrido rebuscar en los bolsillos, por si acaso, y ha revuelto todo lo que había. Ahora le cuesta un poco más respirar. Seguirá escondiéndolo, cueste lo que cueste, y cruza los dedos. Cruza los dedos una y otra vez, para ver si con un poco de suerte, nadie se percata de lo que esconde. También camina con cuidado, no vaya a ser que mientras rebusca en los bolsillos, se le caiga algo, y alguien tenga que recogerlo, pues todo saldría a la luz, y no quiere enfrentarse a ello...

viernes, 5 de abril de 2013

Un Dorian Gray moderno


Al igual que Dorian Gray en su día vendió su alma al diablo a cambio de la eterna juventud, él había vendido la suya por la felicidad, sin siquiera saberlo. Lo más curioso del Gray moderno, es que no buscaba su propia felicidad, sino la de otra persona, y fue capaz de perder la suya propia por conseguirlo, como aquel que pacta con el diablo, él pactó con la vida.
 
Se creía tan miserable y egoísta que consideró que su felicidad no era tan merecida como la de aquella persona, y tomó la decisión de concedérsela, fuera cual fuera el precio a pagar.

Sin embargo, olvidó que al tiempo de salir esas palabras de sus labios, quien las escuchó, la misma persona por la que hacía todo esto, pensaba muy diferente. Él se creía miserable, egoísta, sin valor alguno, pero ella sabía que no era así, porque si fue capaz de decir aquello que dijo, demostró valer más que nadie, anteponiendo la felicidad de otra persona a la suya propia. Mientras él pactaba con la vida, ella cavilaba, y se daba cuenta de que nadie merecía más ser feliz que aquel abatido Dorian Gray de mirada triste, se sentía tan responsable de su situación que la creía imperdonable. Así que se dedicaba a pactar por él, para que las cosas fueran más fáciles en su vida, y siguiera el camino que merecía, y no el que creía merecer.

Lo que ambos ignoraban, era la clave de la felicidad, ya que quizás, ni siquiera era necesario que el uno diera su felicidad por el otro. Quizás había otra manera, la posibilidad de que uno dejara su felicidad en manos del otro, la remota posibilidad de que sus caminos fueran paralelos. Aunque en fin, ambos habían pactado, y su destino finalmente había quedado en manos de la vida, así que, mientras tanto, solo les quedaba seguir mirando el cuadro.

martes, 12 de febrero de 2013

¿Contínuo carnaval?


Carnavales siempre ha sido un día peculiar, o más bien, surrealista. Puedes cruzarte con Blancanieves, Superman, Wally o gladiadores en la misma calle, como si fuera lo más normal.
La mayoría de la gente escoge un disfraz, los soñadores se visten de lo que siempre quisieron ser, los divertidos de lo que más sonrisas creen que acaparará, los más dejados de lo que se les ocurrió precipitadamente a última hora...
Sin embargo, existe un evidente denominador común en todos ellos: todos se disfrazan de lo que no son.


Pensando en ello, me he dado cuenta de que al fin y al cabo, tampoco es un día tan surrealista, ya que, la mayoría de las personas, también se disfrazan de lo que no son en su día a día. Algunos para contentar a alguien de su alrededor, otros por vergüenza, muchos por miedo a mostrarse tal y como son...pero sin duda, los peores, lo hacen por interés. 


Me gustan los carnavales; en carnales, sabes de qué va la gente y todos ven tu disfraz a simple vista.En realidad, aunque resulte paradójico, quizás el día en el que todos nos disfrazamos de los personajes más peculiares, sea el día más sincero del año.